viernes, 22 de junio de 2018

VITAM ET MORTEM

Dicen que los espejos pueden mostrar más que un reflejo... Dicen, que también pueden mostrar la conciencia, el alma y otros mundos.

Me encontraba en una casa extraña aunque algo de ella me era familiar. Su decoración traía un cobijo a mi corazón al ver tan delicados destellos dorados en sus ostentosas cortinas, cómodos muebles de damasco carmesí y unos enormes ventanales que le daban al lugar un toque especial.

—¡Danna! —Me sorprendió una voz a mi costado.

—¿Qué haces?, ven con los demás. —Solté la figura de ónix negro en forma de gato y me integré de nuevo al grupo. Todos parecían conocerme pero no lograba reconocer a nadie, me sentía mareada y confundida, no tenía ni idea cómo había llegado allí.

Pasaron unos minutos y los extraños ya no lo eran tanto, empecé a reconocer a mi madre, mi padre, amigos, otros familiares y al trascurso de una hora reconocía a la mayoría de personas presentes en la casa. A pesar que todo parecía producto de una repentina demencia leve, las cosas siguieron extrañas y aún no podía recordar cómo había llegado a parar allí.

—¿Irás mañana a la convención?...
—¡Ey, Danna! —La voz provenía de una mujer rubia a mi izquierda que me observaba abrumada, la había escuchado mas no creí que se dirigiera a mí.
—Disculpa, no lo sé. —No tenía la menor idea de qué me hablaba, pero algo dentro de mí me alertó que si no actuaba lo más normal posible dentro de lo que cabía en aquella situación estaría en problemas.
— ¿Qué te pasa hoy?, te noto callada, distraída, estás muy extraña cariño.
—Estoy bien, sólo me siento algo mareada.
—Te traeré un poco de agua.

Sonreí débilmente y giré mi rostro hacia el fondo de la habitación donde había un espejo enorme que captó toda mi atención. Era ovalado, vertical y con un marco antiguo de madera oscura, en la parte superior tenía talladas dos calaveras mirándose de frente bañadas en lo que parecía oro y en la parte inferior tenía inscrito en latín "vitam et mortem". La luz del atardecer que se colaba por una ventana lateral le daba un aspecto mágico y único; su brillo era espectral. En el mismo instante cuando perpleja miraba tal majestuosidad, Mark, mi primo, caminó hacia la habitación continua pasando frente al espejo y lo que vi me dejó desconcertada.

Mark era un joven de aproximadamente 20 años y su reflejo en el espejo era el de un viejo de 90. Al principio creí que mi cerebro me estaba jugando una mala broma y simplemente había enloquecido, pero al momento de Mark regresar y pasar nuevamente frente al espejo, confirmé que lo visto hacía unos minutos era real. Muerta de curiosidad, comencé a acercarme lentamente al espejo como si fuera un monstruo gigante que me devoraría viva, mas al ver mi reflejo no noté cambio alguno, era tal cual como estaba en ese instante. Vi mis ojos grises, mi piel rosa y juvenil, mi larga cabellera negra tocar mis caderas... era yo.

—Mira cariño. —Mi corazón saltó hacia la garganta y la pieloerección se manifestó en menos de un segundo, al ver que la mujer rubia detrás de mí que sostenía un vaso de agua en la mano y con la que había hablado hacía unos instantes, ya no se veía de 30 si no de 80. Giré hacia ella y no daba crédito a lo visto, frente a mí, aquella mujer no era la misma reflejada en el espejo.

—Parece que hubieras visto un fantasma, lo siento no quise asustarte. —Miraba su reflejo y miraba el mío... ¿Por qué yo no cambiaba?
—¿Cómo ves tú reflejo? —Pregunté.
—Bueno, sé que no soy la más hermosa pero a mis 32 no me veo tan mal, aún puedo darme mis gustos —finalizó con una carcajada que acompañé con una sonrisa amable —Toma cariño, espero te sientas mejor. —Me entregó el vaso lleno agua y se marchó.

Al trascurso de las horas, la mayoría de los presentes habían caminado frente al espejo o se habían observado en él. Fui paciente y me mantuve distante del grupo, analizaba y creaba hipótesis del porqué sucedía tal cosa. Cree todo tipo de teorías en mi mente, que estaba loca, tenía esquizofrenia, me habían drogado, el espejo era mágico, el espejo estaba maldito, etc... y fue al final de la noche que caí en cuenta de algo escalofriante. Algunos jóvenes se reflejaban viejos pero los viejos jamás se reflejaban jóvenes. Algunos jóvenes se reflejaban adultos pero no llegaban a una edad anciana y mi abuelo con enfermedad terminal se veía sin cambio alguno. El espejo reflejaba la edad de muerte.

Si eso era cierto, yo moriría pronto.

No podía aceptarlo y más que miedo me dio ira. Con mis oídos zumbando y mi temperatura ascendiendo salí precipitadamente hacia el pequeño jardín de la casa, mi cabeza daba vueltas, sentía que algo dentro de mí crecía y era malo, mis manos temblaban y no podía controlarlo.

—Señorita... —Escuché una voz fina tras de mí, me fastidiaba e intensificaba mi ira con cada palabra.
—Señorita, señorita los lirios los está... —Todo quedó en silencio luego de un golpe hueco.

La sirvienta de la casa, una señora de aproximadamente 65 años estaba tendida sobre el césped frente a mí con el cráneo hundido mientras sostenía en mi mano derecha una enorme piedra ensangrentada y quebrada por la fuerza del golpe. Había muerto instantáneamente. No sentí miedo ni compasión, en mi corazón había una frialdad que me impresionaba. Luego de lanzar la piedra al estanque, arrastré el cuerpo de la desdichada mujer y lo escondí tras los rosales al fondo del jardín, allí nadie podría verlo fácilmente. Lavé mis manos en el estanque y regresé tranquilamente a la reunión.

Entré en la habitación con tal calma que ni yo misma me daría cuenta que hacía unos minutos había matado a alguien. Vi el espejo a unos pasos y temía verme, no quería recordar aquel juicio de muerte que ese maldito vejestorio había vomitado sobre mí, pero decidida a enfrentar mi destino y con el orgullo que me caracterizaba, posaría frente a el, desafiante, para así hacerle saber que no temía a su amenaza. Caminé decidida y luego lo comprendí todo. Mi reflejo había envejecido unos años, el espejo me había elegido y ahora debía encontrar la manera de poseerlo.

Por Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

1 comentario: