miércoles, 9 de enero de 2019

EL JUEGO QUE NO SALIÓ BIEN

Era casi la 1:00 am, Elissa intentaba conciliar el sueño cuando sintió que había algo diferente en el ambiente. El viento silbaba de forma siniestra y las hojas de los árboles se movían como si presintieran que algo horrible sucedería.

Estaba segura que algo estaba tras la puerta, podía sentir su presencia y escuchar una respiración cortada. 
—¿Mamá? —dijo con el corazón casi en la garganta.

Nadie respondió, pero aún se escuchaba la respiración y a continuación una risa casi inaudible. 
—Tomy, no es gracioso —dijo con voz cortada, con la esperanza que su hermano menor le estuviera gastando una broma. 
—Tomy, vete a dormir, si no dejas de molestar le diré a mamá y te las verás conmigo mañana.

Hubo un corto silencio. 
—Pequeño demonio —se dijo para sí un poco más calmada.

Por más que lo intentaba, esa pesadez la envolvía; los minutos pasaban lentos, el aire se sentía denso. Unas uñas rasgaron la puerta lentamente desde el techo hasta la base. Quedó sentada en la cama con la piel de gallina y la respiración cortada.

La perilla vibró y la puerta comenzó a abrirse haciendo un chirrido estremecedor. Un frío le recorrió la espalda, sus ojos se abrieron como platos y sentía que se iba a asfixiar del miedo al ver lo que tenía en frente. En la base de la entrada había una sombra abultada con cuatro extremidades largas y una cabeza deformada que sobresalía de un cuello largo y desproporcionado. La figura la miraba fijamente, sus ojos eran dos círculos grises que no daban parpadeo alguno. Elissa dio un grito ahogado como si se le estuviera desgarrando la garganta, quería correr pero su cuerpo no respondía, era presa del miedo. La figura comenzó a moverse pausadamente sin dejar de mirarla, subiendo por el marco hasta quedar colgando de la puerta como una araña siniestra cabeza abajo. Así se quedó por unos segundos y luego, con una rapidez inhumana dio un salto y se metió bajo la cama.

No sabía qué hacer, ahora esa cosa estaba debajo de ella y no podía ir a ningún lado o la cazaría. Sólo deseaba que fuera una pesadilla. Si, quizá era eso, una pesadilla.

Todo se cubría de un silencio casi abrumador, el viento ya no silbaba y parecía como si se hubiera detenido el tiempo. Había pasado un buen rato y cuando comenzaba a calmarse e intentaba pensar que todo había sido un sueño lúcido, escuchó un sonido que le heló la sangre.

«Tin... tin... tin» 
Sonó delicadamente como si algo golpeara el metal de una de las patas de la cama. Elissa agarró fuertemente la sábana y comenzó a sentir el ahogo de nuevo.

La respiración cortada y la risa casi inaudible de la entidad se hicieron presentes. Definitivamente no era un sueño, esa cosa era real y ella estaba atrapada en su propia cama.

«Tin... tin... tin» 
Sonó nuevamente en otra pata de la cama. Así continuó durante un buen rato hasta que Elissa perdió los nervios y comenzó a llorar desconsoladamente, rezaba y no había parte de su cuerpo que no temblara a causa del miedo.

—No más, por favor, vete, déjame en paz —suplicaba llorando.
—Por favor no más —lo decía una y otra vez, aunque se le dificultara pronunciar cada palabra.

Por un momento, hubo un repentino silencio como si sus súplicas hubieran sido escuchadas.

«¿Se habrá ido?» 
Pensó aún con sus ojos llenos de lágrimas.

Surgió del ambiente un hedor nauseabundo como si mil cadáveres se estuvieran pudriendo en una fosa común, sintió arcadas y por un momento pensó que vomitaría.

Algo se movió bajo la cama, era como si un insecto enorme caminara rápidamente sin rumbo alguno de arriba para abajo. Elissa saltó hacia atrás y se acurrucó envolviéndose con su manta para dormir, llorando y temblando de nuevo. Luego, esa cosa salió de su escondite tan rápido como entró, pero esta vez estaba frente a ella, a tan sólo unos pocos centímetros de su rostro, mirándola fijamente con esos ojos grises y sin vida, la boca abierta, desencajada y deformada que botaba un hedor vomitivo, emitiendo una última risa, esta vez audible y siniestra.

Sábado, 08:00 am.

A Susan se le hizo extraño que Elissa no se hubiera despertado aún para desayunar, iba a llegar tarde a su clase de Ballet a la cual no solía faltar excepto que estuviera enferma, así que decidió subir y ver que todo estuviera bien.

Mientras subía las escaleras su corazón comenzó a palpitar con más rapidez y sintió un vacío en el estómago; algo andaba mal, lo sabía, era algo inexplicable pero real. Un olor extraño invadió el ambiente al mismo instante en que la temperatura comenzó a descender, todo era muy extraño.

Al entrar en la habitación, encontró a Elissa sentada en la cama con la espalda totalmente recta, las piernas estiradas, rígida y con la mirada perdida.

—Eli cariño ¿Qué te pasa, estás bien? —le habló sin obtener respuesta alguna.
—Eli, dime algo, ¿Qué tienes?...

Elissa giró el rostro hacia su madre, tenía una mirada perdida, oscura.

—Hija...
Una sonrisa lenta se dibujó en su rostro al tiempo de una risita ronca cada vez más fuerte hasta convertirse en una carcajada. Susan dio un paso hacia atrás y en ese instante el rostro de Elissa tomó un semblante macabro, sus ojos se abrieron tanto que parecían que se fueran a salir de sus cuencas, abrió la boca, desencajó la mandíbula y dio un alarido tan fuerte que Susan saltó hacia atrás y cayó sentada en la baldosa; las piernas las sentía como gelatina.

El grito se detuvo abruptamente. Un vómito negro y espeso que apestaba a muerte manchó las sábanas, luego, Elissa se desplomó en la cama con aquel rostro perturbado.

***

La noticia salió en todos los medios, la extraña muerte de Elissa creó un escándalo en la comunidad, no lograban comprender cómo una joven de tan sólo 16 años moría de esa forma. Rumoreaban que se había envenenado y hasta que su madre la había matado, otros creían que algo más oscuro estaba detrás de ese suceso. A excepción del vómito no habían encontrado nada extraño en ella, estaba sana y limpia de drogas o tóxicos.

Su madre estaba devastada, seguía en shock y no había tenido la valentía de entrar de nuevo en esa habitación. En sus manos sostenía el diario de su amada hija, se lo habían dado los investigadores luego de estudiarlo una y otra vez. La última nota de Elissa en su diario días antes de su muerte había dejado desconcertado a todo el mundo y Susan la leía por última vez.

***

Querido diario.

Las cosas están un poco raras últimamente, unas semanas para acá luego de haber ido al cementerio con las chicas y haber jugado con esa tabla, veo una sombra por todos lados, tan sólo unos segundos y desaparece, es como si me persiguiera, cada vez está más cerca. De vez en cuando he sentido unos olores horrendos, como si algo se estuviera pudriendo, me dan náuseas. Siento miedo, ¿será que estoy enloqueciendo?, la verdad eso espero, porque si no es así... Ese día el juego no salió bien.

—Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

FÉNIX

Renaceré de las cenizas e iluminaré el cielo, resurgiré de los escombros y cada parte de mí quedará tatuada en el tiempo como un destello de luz. El ave regenerará sus heridas aunque sean tan profundas en su alma, que ni una daga de diamante podrá traspasarla.

—Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

sábado, 15 de diciembre de 2018

LIBERACIÓN

—¿Quién no desea una muerte rápida? —me miró con una expresión entre horror y confusión.
—¿Por qué dices eso? —su voz temblaba.
—Sea por tu propia mano, alguna ajena o quizá la vida misma, ¿no desearías que fuera rápida e indolora?
—Pues, si… pero, ¿A qué se debe ese comentario? —comenzaba a sentirse nerviosa.
—Lamentablemente casi siempre duele, así sea poco y rápido, duele… pero a fin de cuentas siempre hay un descanso.

El silencio nos besó por unos instantes, el aire era más denso y mi impulso era más fuerte, ya estaba decidido. Me levanté, saqué una navaja negra en forma de garra de mi bolsillo trasero y al abrirla vi como daba tres pasos hacia atrás.

—¿Qué estás haciendo?, comienzas a asustarme.
—¿Es hermosa no crees? —Le daba vueltas tratando de absorber cada detalle.
—Ian, guarda eso por favor, no es gracioso.
—Ayer la he afilado, podría cortar por la mitad un cabello flotante.

Pude notar que su mejilla era acariciada por una lágrima y me sentí mal por ella. No deseaba lastimarla, aunque finalmente lo haría.

—Ian por favor.
—Has sido mi ángel y lo seguirás siendo en la oscuridad.
—¿De qué hablas?
—La muerte es inevitable, está presente cada segundo, lejos o cerca nos acaricia y nos acompaña hasta que decide abrazarnos y allí comenzamos a atravesar el umbral donde nos mostramos tal como somos, nos liberamos de este cuerpo podrido y miserable; podemos brillar en la inmortalidad.

Mirándola a los ojos hice un corte profundo en la garganta de lado a lado, la hoja rozo el hueso. Sentí un pequeño ardor, como la sangre caliente llenaba mi tráquea y me asfixiaba. Escuché un grito lejano en medio de mi aturdimiento y el golpe de la navaja al tocar el suelo salpicando la alfombra. El ahogo duró poco, no sentí dolor al caer pues todas mis extremidades se habían entumecido; todo se comenzó a desvanecer. La muerte me abrigaba en sus brazos y por primera vez sentí paz. Mi cuerpo etéreo al fin se liberaba de aquel cuerpo roto y opaco que por 30 años me torturó. Flotando en mi nueva existencia vi a Anastasia sobre mí intentando inútilmente hacerme volver. Oh mi hermoso ángel, siempre te amaré.

Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

lunes, 13 de agosto de 2018

ABUELA

A las malas y de un momento a otro me di cuenta que era diferente. Algunos lo llaman don, yo lo llamo una maldición a la que me ha tocado acostumbrarme.

Mi primera y horrorosa experiencia ocurrió cuando tenía 10 años. Marta se llamaba mi abuela y a sus 92 vivía postrada en una cama padeciendo de un cáncer de estómago terminal que rápidamente se la llevó a la tumba. Su rutina todas las madrugadas al terminar el efecto de sus medicinas era levantarnos a gritos y quejidos que sonaban como si su garganta se estuviera rasgando producto del dolor. El llanto y los lamentos eran la melodía que día a día nos acompañaba funcionando como un despertador. Mi madre estaba agotada y mi padre vivía de los nervios, peleaban continuamente pues ya llevaban dos meses en aquella rutina y resultaba agotador.

En los últimos días del tercer mes la abuela finalmente murió a las 3:33 am luego de una convulsión. Mi madre estaba devastada, la mirada de mi padre revelaba tristeza y un cierto descanso pues al fin todo volvería a la normalidad.

Al día siguiente en horas de la tarde se realizó el sepelio, asistieron aproximadamente unas 30 personas incluyendo mi madre, mi padre y yo. Todo parecía normal hasta que comencé a sentir un frío extraño en mi omóplato izquierdo que se expandía hasta la cintura; segundos después sentí como una mano fría y escuálida tocaba mi hombro. Al girar vi el rostro de mi abuela mirando fijamente hacia su ataúd mientras era descendido hacia la fosa. Entré en confusión, si la abuela estaba a mi lado entonces ¿A quién estábamos enterrando?

En ese instante mientras estaba perpleja y confundida, la abuela giró su rostro y comenzó a hacer aquel quejido horrendo de todas las noches cada vez más fuerte y cerca. Confieso que a pesar que amaba mucho a mi abuela sentí tanto miedo que abracé a mi madre con tanta fuerza, que se hubiera podido partir en dos.

—Tranquila mi amor, ella ahora descansa en paz y estará siempre a tu lado cuidándote. —Aunque mi madre no lo sabía, eso era lo último que quería escuchar.

Al llegar a casa el ambiente era lúgubre; aún me preguntaba por qué la abuela estaba a mi lado si se suponía estábamos en su funeral. «¿Y si la abuela no murió? ¿Si el ataúd estaba vacío o había otra persona allí dentro?... No, pues de ser así las otras personas la habrían visto.»

Al caer la noche había olvidado casi por completo el suceso, la cena fue insípida y en la casa había un silencio estremecedor. Ahora el único llanto que se escuchaba era el de mi madre que estaba desconsolada mientras mi padre en silencio la abrazaba cariñosamente. Luego todos nos fuimos a dormir.

***

Una sensación extraña me despertó a las 3:33 am, todo estaba en silencio, oscuro y frío; de mi boca salía humo como si la habitación de un momento a otro se hubiera convertido en un congelador. Me envolví en las cobijas tratando de abrigarme cuando escuché unos pasos fuera de mi habitación que parecían acercarse como si arrastraran los pies débilmente. Vi una sombra debajo de la puerta que duró allí inmóvil unos minutos; al principio pensé que quizá era mamá, luego recordé el suceso del cementerio y sentí escalofríos.

En todo ese tiempo no había despegado los ojos de la puerta cuando una cabeza la traspasó como si se estuviera asomando por una ventana. Era la cabeza de mi abuela haciendo ese quejido espantoso mientras su cuerpo estaba parado al otro lado de la puerta. Vi como sus ojos blancos me absorbían mientras balbuceaba algo que no pude comprender. Un grito de pánico salió desde lo más profundo de mí y estoy segura que pude haber levantado el vecindario completo; mis padres en cuestión de segundos llegaron a mi habitación con el corazón en la boca y me abrazaron. Les conté lo sucedido, pero como es normal no me creyeron.

—Sólo fue una pesadilla mi amor, todo está bien —Dijo mi madre con ternura.
Mis padres no comprendían, pero aun así me permitieron dormir con ellos las horas que quedaban hasta el amanecer.

Tres madrugadas siguientes volví a despertar a la misma hora. Todo estaba nuevamente en silencio, oscuro y frío. Miré con los nervios de punta la puerta, pero no había nada, tampoco se escuchaba ruido alguno, ni el aleteo de una mosca. Finalmente, cuando ya me había calmado y estaba por quedarme dormida sentí que algo tocaba suavemente la ventana de mi habitación que quedaba en un segundo piso y daba hacia el patio trasero de la casa. No vi nada, por lo que pensé que quizá era un insecto e intenté relajarme. Segundos después escuché de nuevo el mismo sonido, más fuerte y pausado; levanté mi rostro y sentí un escalofrío por todo mi cuerpo al ver a la abuela flotando al otro lado de la ventana mirándome fijamente. Me tapé el rostro con las manos mientras repetía una y otra vez: «No eres real, no eres real.»

El sonido cesó y deseé que todo hubiera terminado, quería creer que era parte de mi imaginación. Miré nuevamente desde un espacio de mis dedos y al ver que la ventana estaba vacía me descubrí el rostro completamente. Jamás imaginé que lo peor estaba por suceder; la abuela estaba sentada a mi lado mirándome fijamente, sus ojos que anteriormente eran blancos, ahora parecían dos burbujas de sangre a punto de reventar. No me dio oportunidad de gritar cuando con sus esqueléticos y álgidos dedos al tocar mi frente me paralizaron completamente. La abuela se inclinó sobre la cama y comenzó a deslizarse boca abajo como una babosa hasta posarse sobre mí; su peso me dificultaba respirar, a parte que su aliento olía a tierra húmeda y resultaba molesto. Sólo quería gritar, pero estaba completamente inmóvil.

Su rostro estaba tan cerca que podía escuchar su respiración; de sus ojos comenzaron a rodar lágrimas de sangre que caían sobre mis labios, en mi frente, en mis mejillas, en todos lados; era un líquido caliente y en parte espeso cada vez más abundante. Luego abrió la boca y el olor a tierra húmeda se hizo más fuerte. De ella comenzaron a salir una gran cantidad de insectos que caían sobre mí y caminaban por todo mi cuerpo, cucarachas se metían por mi nariz, por mi boca, por mis orejas, las larvas caminaban por mis mejillas y gran cantidad de hormigas enormes me picaban por todos lados, sentía como arrancaban trozos de mi piel. Mi estómago comenzó a hincharse tanto que sentía que iba a explotar, el dolor era insoportable. Vi cómo mi cuerpo comenzaba a podrirse por partes, gran cantidad de gusanos salían de mis entrañas y el ambiente se tornaba cada vez más nauseabundo.

En un parpadeo los insectos se habían ido, mi cuerpo estaba intacto, pero aún seguía inmóvil. La abuela comenzó a arrastrarse hacia el otro extremo de la cama, descendió y en reversa se arrastró hacia el baño traspasando la puerta mientras hacía un chirrido molesto con sus dientes como si se estuvieran quebrando. Al fin pude moverme y comencé a llorar mientras temblaba descontroladamente, luego vomité del asco.

Actualmente, luego de 13 años de ese suceso traumático la abuela me ha seguido visitando algunas madrugadas, siempre a la hora de su muerte. Ya no se acerca a mí, sólo me vigila desde una distancia prudente. He intentado muchas veces acostumbrarme a ella, pero es imposible. Intenté sin suerte alguna, cuantiosas veces esconderme o escapar, con tal desgracia que siempre llegaba a donde quiera que fuera. Ahora, tan sólo me quedo en mi cama intentando relajarme mientras la abuela me observa desde una esquina hasta el amanecer.

—Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

viernes, 22 de junio de 2018

VITAM ET MORTEM

Dicen que los espejos pueden mostrar más que un reflejo... Dicen, que también pueden mostrar la conciencia, el alma y otros mundos.

Me encontraba en una casa extraña aunque algo de ella me era familiar. Su decoración traía un cobijo a mi corazón al ver tan delicados destellos dorados en sus ostentosas cortinas, cómodos muebles de damasco carmesí y unos enormes ventanales que le daban al lugar un toque especial.

—¡Danna! —Me sorprendió una voz a mi costado.

—¿Qué haces?, ven con los demás. —Solté la figura de ónix negro en forma de gato y me integré de nuevo al grupo. Todos parecían conocerme pero no lograba reconocer a nadie, me sentía mareada y confundida, no tenía ni idea cómo había llegado allí.

Pasaron unos minutos y los extraños ya no lo eran tanto, empecé a reconocer a mi madre, mi padre, amigos, otros familiares y al trascurso de una hora reconocía a la mayoría de personas presentes en la casa. A pesar que todo parecía producto de una repentina demencia leve, las cosas siguieron extrañas y aún no podía recordar cómo había llegado a parar allí.

—¿Irás mañana a la convención?...
—¡Ey, Danna! —La voz provenía de una mujer rubia a mi izquierda que me observaba abrumada, la había escuchado mas no creí que se dirigiera a mí.
—Disculpa, no lo sé. —No tenía la menor idea de qué me hablaba, pero algo dentro de mí me alertó que si no actuaba lo más normal posible dentro de lo que cabía en aquella situación estaría en problemas.
— ¿Qué te pasa hoy?, te noto callada, distraída, estás muy extraña cariño.
—Estoy bien, sólo me siento algo mareada.
—Te traeré un poco de agua.

Sonreí débilmente y giré mi rostro hacia el fondo de la habitación donde había un espejo enorme que captó toda mi atención. Era ovalado, vertical y con un marco antiguo de madera oscura, en la parte superior tenía talladas dos calaveras mirándose de frente bañadas en lo que parecía oro y en la parte inferior tenía inscrito en latín "vitam et mortem". La luz del atardecer que se colaba por una ventana lateral le daba un aspecto mágico y único; su brillo era espectral. En el mismo instante cuando perpleja miraba tal majestuosidad, Mark, mi primo, caminó hacia la habitación continua pasando frente al espejo y lo que vi me dejó desconcertada.

Mark era un joven de aproximadamente 20 años y su reflejo en el espejo era el de un viejo de 90. Al principio creí que mi cerebro me estaba jugando una mala broma y simplemente había enloquecido, pero al momento de Mark regresar y pasar nuevamente frente al espejo, confirmé que lo visto hacía unos minutos era real. Muerta de curiosidad, comencé a acercarme lentamente al espejo como si fuera un monstruo gigante que me devoraría viva, mas al ver mi reflejo no noté cambio alguno, era tal cual como estaba en ese instante. Vi mis ojos grises, mi piel rosa y juvenil, mi larga cabellera negra tocar mis caderas... era yo.

—Mira cariño. —Mi corazón saltó hacia la garganta y la pieloerección se manifestó en menos de un segundo, al ver que la mujer rubia detrás de mí que sostenía un vaso de agua en la mano y con la que había hablado hacía unos instantes, ya no se veía de 30 si no de 80. Giré hacia ella y no daba crédito a lo visto, frente a mí, aquella mujer no era la misma reflejada en el espejo.

—Parece que hubieras visto un fantasma, lo siento no quise asustarte. —Miraba su reflejo y miraba el mío... ¿Por qué yo no cambiaba?
—¿Cómo ves tú reflejo? —Pregunté.
—Bueno, sé que no soy la más hermosa pero a mis 32 no me veo tan mal, aún puedo darme mis gustos —finalizó con una carcajada que acompañé con una sonrisa amable —Toma cariño, espero te sientas mejor. —Me entregó el vaso lleno agua y se marchó.

Al trascurso de las horas, la mayoría de los presentes habían caminado frente al espejo o se habían observado en él. Fui paciente y me mantuve distante del grupo, analizaba y creaba hipótesis del porqué sucedía tal cosa. Cree todo tipo de teorías en mi mente, que estaba loca, tenía esquizofrenia, me habían drogado, el espejo era mágico, el espejo estaba maldito, etc... y fue al final de la noche que caí en cuenta de algo escalofriante. Algunos jóvenes se reflejaban viejos pero los viejos jamás se reflejaban jóvenes. Algunos jóvenes se reflejaban adultos pero no llegaban a una edad anciana y mi abuelo con enfermedad terminal se veía sin cambio alguno. El espejo reflejaba la edad de muerte.

Si eso era cierto, yo moriría pronto.

No podía aceptarlo y más que miedo me dio ira. Con mis oídos zumbando y mi temperatura ascendiendo salí precipitadamente hacia el pequeño jardín de la casa, mi cabeza daba vueltas, sentía que algo dentro de mí crecía y era malo, mis manos temblaban y no podía controlarlo.

—Señorita... —Escuché una voz fina tras de mí, me fastidiaba e intensificaba mi ira con cada palabra.
—Señorita, señorita los lirios los está... —Todo quedó en silencio luego de un golpe hueco.

La sirvienta de la casa, una señora de aproximadamente 65 años estaba tendida sobre el césped frente a mí con el cráneo hundido mientras sostenía en mi mano derecha una enorme piedra ensangrentada y quebrada por la fuerza del golpe. Había muerto instantáneamente. No sentí miedo ni compasión, en mi corazón había una frialdad que me impresionaba. Luego de lanzar la piedra al estanque, arrastré el cuerpo de la desdichada mujer y lo escondí tras los rosales al fondo del jardín, allí nadie podría verlo fácilmente. Lavé mis manos en el estanque y regresé tranquilamente a la reunión.

Entré en la habitación con tal calma que ni yo misma me daría cuenta que hacía unos minutos había matado a alguien. Vi el espejo a unos pasos y temía verme, no quería recordar aquel juicio de muerte que ese maldito vejestorio había vomitado sobre mí, pero decidida a enfrentar mi destino y con el orgullo que me caracterizaba, posaría frente a el, desafiante, para así hacerle saber que no temía a su amenaza. Caminé decidida y luego lo comprendí todo. Mi reflejo había envejecido unos años, el espejo me había elegido y ahora debía encontrar la manera de poseerlo.

Por Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

lunes, 2 de abril de 2018

SILBIDO

Comenzó como un silbido lejano que iba y venía, tan suave que era casi inaudible; bastante molesto. Luego se intensificó, pausado pero cambiante, que ahora se escuchaba como un susurro que traía y llevaba el viento. El sonido de las aves madrugadoras se diferenciaba claramente, este silbido rozaba el oído y pasaba como un insecto sin claridad alguna.
3:33 am, dicen que las almas perdidas se comunican con los vivos a esta hora por el viento y luego vienen las sombras a danzar en la penumbra o en la oscuridad.

—Milen Sanmiguel (Lia Sanm).

domingo, 25 de marzo de 2018

HECHIZO VAMPIRO

Aliento vampiro peregrina por mis venas,
Mágico encanto en sus ojos veo,
Tenerle en mis brazos es la suerte que deseo.
Su sangre dulce como la miel,
Perturba gravemente mis sentidos,
En mi alma su esencia llevo,
Eludir sus labios ya no puedo.

Su cuerpo se aproxima a mí ser,
Perforando mi alma con una mirada traviesa,
Deleitando mi mundo con su resplandecer;
Momentos próximos al amanecer.
Hechizados bajo la luna,
En medio de la noche tras las sombras,
―No hay voluntad que pueda,
Evadir esta unión tan bella.

Mis colmillos se estremecen filosos como una daga,
Perforan su suave cuello envolviéndonos en una magia clara.
Es cada vez más débil, pálida y desgastada,
Su aliento huele a muerte y renacimiento en mi humilde morada.
―Sangre poderosa, elixir de la inmortalidad,
Embriágame de placer y desvíame a la realidad,
Roza mis labios, lentamente, suavemente,
Y elévame infinito hacia la claridad.

Rozan sus labios delicadamente sobre los míos,
Como terciopelo blanco sobre mármol frío,
Nuestra energía se fusiona,
Ahora somos uno en las sombras.
―Ha llegado el deseado momento,
Ahora con esmero te presento mi mundo,
El mundo vampiro, eterno y sin rumbo.

Me mira fijamente, agradece su cambio,
Ahora somos dos en este mundo tan extraño,
La noche nos cobija, nos susurra incoherencias
Las sombras nos protegen, de aquellas almas negras.
Toma mi mano, besa mis labios,
Ya no hay temor, no hay horror,
Solo pasión con mezcla de amor.
―Consiente eres que tu corazón he robado,
Ahora luchas por el mío, mas hace mil años lo has tomado.

Por: Milën Sanmiguel (Lia Sanm).